domingo, 1 de agosto de 2010

PANORAMA DE LA POESÍA AYACUCHANA JOVEN

Todo intento de sistematización es incompleto, tedioso –para los que se ocupan de ello- y; aún más para aquellos escritores que no desean ser vinculados con una u otra tendencia literaria. Sin embargo, a pesar de todo ello, es necesario tener un panorama general sobre cómo se está desarrollando la labor literaria en Ayacucho a nivel de los jóvenes: de dónde provienen, a dónde van, –si es que tienen algún derrotero- sobre qué escriben, cuáles son sus motivaciones y que rasgos comunes existe entre ellos.
Señalaré, primero, que la opinión que verteré no es más que el producto de las interminables charlas que sostuve con amigos escritores. Es resultado de todo el cúmulo de experiencias recogidas en mi trayecto, así que este escrito se debe tomar como una opinión solamente.
Un lector desprevenido, pretenderá encontrar en una antología sobre literatura ayacuchana voces netamente ayacuchanas. Y no es así. Algunos de ellos detestan que se etiquete a la literatura: literatura ayacuchana, literatura peruana, literatura regional, literatura joven, literatura infantil, etc. Con esto, afirman, sólo se consigue dividir y desorientar más el proceso literario. “Lo único que debe existir”, afirma Ricardo Ríos, “es literatura, nada más”.
Los jóvenes que hoy asumen el protagonismo en la literatura ayacuchana no son sólo ayacuchanos, muchos de ellos son foráneos y traen a la literatura ayacuchana nuevas experiencias, nuevas formas de sentir y escribir la literatura.
Efraín Rojas, piurano, ha vivido en un constante peregrinaje. Para él no existe la patria como espacio político geográfico al que se pertenece, sino como una subjetividad, como una cuestión de identificación, de cariño, de emoción, de afecto por un lugar, su gente. Efraín hace mucho que vive, come, bebe y se pierde entre los ayacuchanos.
Lo propio podemos decir de Ricardo Ríos, natural de Lima, que ha hecho prácticamente una vida en Ayacucho. Así como ellos podemos mencionar a otros tantos como Pedro Olórtegui, cajamarquino y a Cristiam Araujo, huancaíno.
Muchos de los mencionados aún no han publicado un libro. Recurren a los boletines, las hojas simples, a los trípticos monócromos. La cuestión de los derechos de autor casi es una broma. En la contraportada de “2 al hilo y 3 mentales”, tríptico de Pedro Olórtegui y Vladimir Pizarro hay una frase sugerente: “piratear y difundir”. Lo importante no es la rentabilidad del oficio de vate, sino exteriorizar todo el caudal de sentimiento que ellos desean expresar.
Cabría talvez pensar que la labor literaria en algunos jóvenes ayacuchano es sólo una inspiración intermitente y hasta fugaz, desprovista de continuidad. ¿Valdría esto para excluirlos del lugar que les merece dentro de nuestra literatura? Si, como dice Rojas en su libro inédito “Conversación para iniciantes”, “(…) la literatura no debe ser vista como lid o una competencia por saber quién escribió más tempranamente o quién tiene “N” libros publicados es el mejor, eso –excepto casos excluyentes- es un absurdo para el arte de las verdaderas palabras”.
Salvo Willy del Pozo, Ricardo Ríos, Karl Oharak, Cayo Santos, el resto tiene dispersos sus trabajos en boletines, folletos, plaquetas o los tiene colgado en Internet.

¿Y LA IDENTIFICACIÓN?
¿Realmente habrá que escribir en quechua, mencionar el puca picante, las pampas de Ayacucho, las casonas coloniales, a los intrépidos morochucos, tener tono melancólico, dolor vallejiano para producir literatura ayacuchana? Sí, pero no lo es todo, no es lo obligatorio. El asunto radica en identificarse con el momento histórico en el que vivimos. Y los tiempos en que Ayacucho era una aldea silenciosa de callejuelas empedradas, de retama y cabuya bordeando las calles, de cantos sólo de tierra adentro, de molles y chicha de jora, donde se añoraba las gestas heroicas de Ventura Ccalamaqui, María Parado de Bellido, Andrés Avelino Cáceres, han ido cambiando tan vertiginosamente como producto de la masificación de los medios de comunicación y sobre todo por causa de la migración. “Lo que se viene en todo el Perú es la literatura de la migración” afirmaba Miguel Ángel Rodríguez Rea, en un artículo publicado en la revista literaria “Letra Muerta” de Huánuco.
Los jóvenes se identifican con otros héroes, otros paradigmas: Daniel F, Rafo Raez se ven como sujetos a emular. Música desaforada como el metal, el ska, el punk, alimentan la creación literaria de jóvenes aedos como Pedro Olórtegui. Para él, atrás quedaron los poemas sentidos, de intensidad lírica. Importa ahora lo prosaico, lo brutal, lo erótico, lo burdo. El sentimiento de inconformidad con el mundo se desliza por los versos.

“Entre el sudor de tu cuesco
Me hice una paja y me di un abrazo
Y entre putas y mancebas hece el amor por una obscena razón”.
(Pedro Olórtegui)

La retórica les aburre, la palabra sutilmente adornada no sirve para expresarse. Las cosas se dicen como son. Por eso no extraña que Kart Oharak asuma el tema del sexo sin tapujos.
“La pus
La caries la saliva
La leche la mierda la vagina
El esperma el chancro.
La vejiga la voluptuosidad la sífilis, la peste la prostitución
El mejor de los dones: el condón”

Un sentido nihilista se mece sobre algunos poemas; la fatalidad, el pesimismo, la rutina y la zozobra.

“Junto al rumor de su remo insatifecho
Caronte ansía el tercio existir de mi juventud
Que se desliza por el cemento helado
Con la única idea con la que vino al mundo
Sosegar la soledad de los nidos
Donde el canto es miseria, largo atardecer”
(Cristiam Araujo)

“El haztío hinca tanto en mí… aztal vómito
Se estremece y se despoja y el fracaso tose sobre un café…
A la hornacina más cómoda
Donde huele la temprana ausencia”
(Pedro Olórtegui)

Ricardo Ríos cuestiona los parámetros establecidos en lo que se ha llamado la literatura ayacuchana: “Nos escudamos a veces tras la necesidad de rescatar lo nuestro, y vemos allí una veta magnífica, ¡ah, qué ilusos somos!, los poemas en Runasimi nos conmueven, aunque sean unos bodrios. ¡Qué hipócritas somos! ¿No sabemos acaso que la poesía no tiene idiomas? Descubramos esta veta, no sigamos añorando un pasado que sólo existirá cuando lo construyamos con nuestro presente”. (Ríos: Epístolas del orate sensato)
Sin embargo la poesía que Ricardo Ríos cuestiona aún se cultiva:

“Wayra, wayrita
Chiri wawqillay
Sunquyman nichkanki
Qunqaruy, imilla”
(Vladimir Pizarro)

“Tuna, tunita
Bordada de agujitas
Coponcito de los andes
Pepitas de miel”
(Cayo Santos)

El estilo sarcástico de las canciones quechuas también se manifiesta en los versos de Willy del Pozo para irse contra el sistema y sus miembros.

“El tayta cura me ha bautizao
Con agüita del río Chacco
Cervecita se ha chupao
¡ay! qué penita carajo”.

Se critica al Perú recurriendo al uso de vulgarismos y la palabra franca.

“¡Oh! qué podrida juventud
Vieja y austera
¡Oh! qué polvorienta ciudad
Sucia y corrupta
¡Oh! qué país más piojoso,
Tiene más mierda que mi culo”.
(Kart Oharak)

La cuestión humana, la desazón, el pensamiento filosófico también ocupa a estos jóvenes.
“Cuentan algunos
Que un tal Cristo
Llevó sobre sus espaldas
El pecado del hombre.
Yo sólo conozco a él
Nacido de una hoja-pesebre
Y he visto sobre sus espaldas
El estúpido pecado de Dios.”

(Ricardo Ríos, Canto a la liberación del caracol)

Raúl Vargas dijo alguna vez que el amor por más que se explote siempre aparecerá como un tema original. Y es que nadie quiere igual.

“Para qué buscar tus pasos
A través de puentes y asfaltos
Engullendo una pastilla
Un analgésico para calmar mis nervios heridos
Si definitivamente no volverás
¡Oh mariposa intrigante!
Para qué mirar los rostros donde ya no estás
Si inexcusablemente dejarás vacío mi poema”.

(Jorge Oré Carhuas)

¿Y LA VIOLENCIA POLÍTICA?
Es paradójico que Ayacucho, que ha sido avasallada por la violencia senderista y militar, no haya dejado testimonios poéticos sobre este tema. Y no es un caso que atañe sólo a los jóvenes. Entre los consagrados tampoco encontramos muchos poetas que se aboquen de este tema. Es decir, pareciera que Ayacucho no produjo literatura de post guerra. Salvo el caso de Marcial Molina que escribió “Ayacucho hora nona o un espacio para voces ausentes” (poesía), no existe otro. Son escasos los escritores que abordan el tema con seriedad. En la narrativa uno de los que lo intentaron fue Mauro Rondinel con “Morir en Uchuraccay” (novela) y recientemente Emilio Laynes Luján con “Infiernillo” (cuentos).
Ocurre que la lectura de libros que alimentaban el pensamiento comunista estuvo totalmente prohibida en la época de la violencia. Las personas por temor a ser sindicadas como terroristas tuvieron que enterrar sus libros o quemarlos. Por ello talvez se justifique que los escritores sientan temor de escribir sobre ello porque los ubicaría como testigos de estos hechos.
Me atrevería a decir de cada diez personas, ocho tienes parientes que fueron asesinados, desaparecidos o torturaros por miembros senderistas o militares. Entonces, ser ayacuchano era síntoma de ser subversivo, aunque sea pasivamente. Muchos intelectuales dejaron de lado sus inclinaciones comunistas para evitar ser confundidos y padecer alguna persecución. Entonces mi hipótesis es que los escritores prefirieron evadirse de este tema para no asumir alguna que otra contingencia.
En todo caso es un vacío en nuestra literatura la ausencia de tan cruenta suceso.

¿Y LA NARRATIVA?
Pocos de los jóvenes han publicado alguna novela o cuentos. Elmer Arturo Arana Mesías ha publicado cuentos en periódicos locales y en revistas literarias que él mismo fundara en compañía de otros amigos, cuentos con los cuales ganó un pequeño concurso de cuento organizado por la desaparecida organización cultural “Contracorriente”.
Ricardo Ríos asoma por temas amorosos. Urbano Muñoz ha escrito “Relatos al atardecer” que reúne un conjunto de cuentos de variada temática. Federico Altamirano Flores, con “La furia del silencio” también ha merecido muchos elogios por parte de Víctor Tenorio García. Altamirano es de los que exploran constantemente las posibilidades de la expresión literaria. No tiene un estilo definido. Su cuento “Perla”, es a mi juicio uno de los más logrados.

CARÁCTER DE LA POESÍA JOVEN: LA VARIEDAD
Si afirmamos que Ayacucho ha pasado a ser la unión de muchos mundos, esto incluye variedad de formas de vivir, de pensar, de ubicarse en el universo y en la sociedad. En Ayacucho, al igual que en todo el Perú, la migración ha traído como consecuencia el mestizaje cultural. La gente de pueblo se mezcla con los resentidos, éstos con los conformistas y aquéllos con los tolerantes.
Mariátegui afirmaba que el escritor debe comprometerse con su tiempo, y nuestro tiempo es la variedad.
“La poesía no cumple ningún rol para salvar el mundo, pero sí para prolongarle su agonía: engañarnos (a los que creemos en ella) que podemos salvarla. Este acto de esperanzas (léase ingenuidad) ya es un motivo para aplaudirlos”. (Harold Alva)
Cuando le preguntamos a Ricardo Ríos sobre el compromiso en la literatura, respondió contundentemente: Estamos comprometidos con lo que hacemos, escribir.



Ricardo Ríos















Hasta hoy nuestros poetas vienen siendo, según Alva, un archipiélago de islas que en conjunto nada dicen, pero de ahí se espera que salga un lote muy buenos de escritores que trascienda nuestras letras.
Parafraseando a Parra culmino:

“Jóvenes, escriban lo que quieran,
En el estilo que les parezca mejor
Ha pasado demasiada sangre bajo los puentes
Para seguir creyendo
Que sólo se puede seguir un camino:
En poesía se permite todo”